bien, pues ahora subo este pequeño cuento que tenia ahi empolvado.
solo espero que no los busquen para llevarlos a la escuela por alguna tarea, no me gustaria hacerle el trabajo a algun huevon.
Julián y Carmela
Por Martín Alejandro Mendoza Soto.
La historia que voy a contarte no es de mi invención amigo, esta realmente paso.
Julián era un hombre alto, usaba botas de piel, nunca se le veía sin sus camisas a cuadros, el bigote le tapaba gran parte de la boca, era cejon, con una mirada de maldito que espantaba, era uno de esos rancheros que vienen al pueblo solo para vender, pero esa tarde el vino por que necesitaba gente.
Meliton lo había ayudado un tiempo, ¿como que quien es Meliton?, pues mi compadre, ese con el que usted y yo nos poníamos unas pedas de tres días cuando éramos chamacos.
Ah ya lo recordó ¿verdad?
Si… todos sabíamos que era celoso hasta la madre, por eso no nos sorprendimos cuando se llevo a ese chamaco chaparrito y feo que vio en la cantina.
Por un tiempo el joven… Efraín, creo se llamaba, le ayudo en el rancho, el pobre trabajaba de sol a sol en las parcelas, sembrando maíz, y que yo sepa nunca se quejo, a base de trabajo se fue ganando la confianza de Julián, pero eso si, cuando se le preguntaba de donde venia o que hacia antes se quedaba calladito y cambiaba de tema, solo supimos que vino de la ciudad por problemas familiares.
También, poco a poco se fue ganando la confianza de los del pueblo y de Carmela.
Creemos que por eso comenzaron los pleitos, como le dije, Julián era muy celoso, bueno, y quien no, si
Si, estaba, que en paz descanse.
Meliton una vez nos dijo que el y Julián llegaron esa noche a la casa después de haber comprado unas correas que necesitaba el caballo, llegaron y vieron las luces apagadas, todas menos una, la del cuarto de Carmela.
Pronto se metieron a la casa y Julián espero encontrarlos a ambos en la cama, tal como uno lo esperaría normalmente, pero aquello fue demasiado, Julián jamás espero ver a su esposa con los intestinos de fuera, ni tampoco a Efraín destazándola.
Como le dije, Julián presumía mucho su valentía, pero esa vez no pudo hacer nada, se quedo arrodillado, orinándose del susto, Meliton entonces corrió al pueblo y nos aviso, yo y otros tres fuimos corriendo al rancho de Julián, y alcanzamos a ver al muchacho echarse a correr al cerro.
Lo perseguimos toda la madrugada, llegamos hasta el río ahí el condenado mato a Marcelo, el vicario, pero cuando se echaba a correr, entre Martín y yo le alcanzamos a dar tres plomazos, dos en la espalda y uno en la cabeza.
Y ahí acabo la cosa.
Meliton se mudo a los tres días, se fue del pueblo y ya no supe de el, Julián quedo loco, jamás volvió a hablar.
Yo me volví viejo, y soy el único que queda para contar esta historia… ¿que ya te dormiste?
Pinche Martín, si, pinche, al fin que mañana ni te vas a acordar.
FIN
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